Aprendí a dibujar con las orejas de Ibáñez. Desaprendí con el paint y un ratón.

Con la fotografía analógica y las cámaras de juguete dejé de intentar controlar las cosas.

Con el carvado de sellos he conseguido nuevas cotas de imperfección.

La aberración es sexy.

Llevo un diario, casi sin filtro, que nadie me ha pedido.